No hay spoilers. Son tres palabras obligadas cuando uno va a escribir sobre una serie, aunque en este caso sean legión los que se tragaron las cinco temporadas de Breaking Bad. Antes de meterme en cristal diré que, tal como están concebida la televisión actual, algunas de sus series pueden considerarse novelas visuales y como tal deben ser reseñadas en un blog literario. Al menos en el mío. Y en este caso, no os quepa duda, estaríamos hablando de una novela folletinesca del siglo XVIII.
¿Y deus ex machina? Expresión latina que significa «Dios desde la máquina». Se remonta al teatro griego y romano, cuando una grúa introducía desde fuera del escenario a un actor interpretando a una deidad para dar un giro a la trama. Con un dios mediante cualquier giro puede suceder y cualquier giro ha de aceptar el público en consecuencia. Actualmente el latinismo es empleado para referirse a un elemento externo que resuelve una historia sin seguir su lógica interna. Desde el punto de vista de la estructura del guion, deus ex machina sería un acontecimiento cuya causa viene impuesta por necesidades varias —comerciales en su mayoría— constatando una falta de coherencia. ¿Y entonces cuál es la necesidad de Breaking Bad o de su remake latino Metástasis? Muchos dirán que comprometerte con una hora más de su metraje, así hasta sesenta y dos, pero en teoría es lo que toda ficción por entregas pretende. Así que el problema es el cómo. ¿Cómo comprometer ese tiempo de tu vida con un proyecto sin trampas? Vince Gilligan no sabe hacerlo, es deliberadamente maniqueo. Pero quitémosle el boato de «culmen del arte televisivo» y partamos de un axioma: a mí la serie me gusta, y mucho, como entretenimiento. Ojalá todas los programas con ese exclusivo propósito tuviese la calidad del que nos ocupa. Detesto tanto a la masa borreguil como al que se cree un lobo por asumir la crítica constante en su propia naturaleza, sin admitir que a veces una mayoría no está equivocada por el hecho de serla. Breaking Bad es una gran serie para distraerse, que te ruboriza lo justo compensando su dechado de virtudes. En cuanto a la inmensa mayoría que la ha calificado como la mejor serie jamás realizada… Breaking Bad: Breaking the Hype
Vaya por delante que he finalizado las cinco temporadas anteayer. La obra sacrifica la historia, la verosimilitud y la descripción narrativa en aras a que veas un capítulo más. Y es que, como también ocurría con la gran mayoría de las novelas folletinescas de antaño, los giros, las trampas, los engaños desenfocan el resultado. Imposible mantener la coherencia y el sentido con tal estridencia de recursos ilusorios. Qué entendemos por verosimilitud sería el siguiente punto a analizar: «Parece verdadero o es creíble», dice la RAE. Y acorde a ello la historia de ciencia ficción más distópica que nos puedan contar puede ser verosímil. Breaking Bad nunca lo fue. Los dioses griegos y romanos aparecen cada vez que hay una dificultad, sin bochorno podemos asistir a cataclismos aéreos, envenenamientos masivos o un «espera aquí moribundo con tu pistola que prefiero matarte con un hacha antes de disparar la glock 39 que llevo en la mano». Walter White tendrá una explicación para ello y normalmente se queda en «Listen to me» o «I promise». Hemos de ser condescendientes con todo en pos de una serie brillante en la facturación técnica: impecable dirección de fotografía, montaje, cámaras puestas donde nadie las había puesto y esos timelapse que yo, como buen ignorante, adoro en una historia desquiciada.
Sin embargo, hay un problema más que subyace en la serie de forma sibilina y tiene que ver con pretender un éxito comercial antes que narrativo. La moral de clase que está ahí, escondida en cada uno de sus fotogramas. Las drogas son malas porque son ilegales, no abramos un mísero debate sobre ello en el metraje, y las fuerzas de seguridad personificadas en Hank, el cuñadísimo, no cejan en protegernos de la perversión con un toque naif que solo pierden las patrullas de México. Porque en México, al sur, está la bestia. Y un yankee no puede olvidarlo. Descartando la tediosa relación circular ad eternum de los dos protagonistas, la familia aspirante a casa con piscina y tres coches es el eje sobre el que gravita toda esta aventura esquizoide. «Provee a la familia como un hombre» le dicen a Walt, y tal vez por eso nos meten horas y horas de desayunos y barbacoas con los personajes femeninos más irritantes de la historia televisiva. Oh, The Wire. En definitiva, hay series con o sin propósito además de subsistir y facturar. Es fácil ubicar a esta. Entretenimiento y del bueno. Pero ¿cuántas novelas folletinescas recordamos en nuestros días?
Post scriptum: Mcnulty hubiera pillado a Walt en a los treinta minutos de metraje. Y adoro el capítulo más criticado, The Fly.
José Manuel del Río